21.12.06

un año más



Cada año saco las cajas del estante más alto del armario del pasillo de mi minicasa, pongo la tela de raso rojo sobre la que coloco el Misterio, en la puerta coloco una corona de adviento, instalo un árbol (pequeño, como todo lo demás) con manzanas o con figuritas de madera o con lo que se me ocurra ese año, preparo un centro de mesa con velas, piñas y hojas rojas. Hago una a una las felicitaciones para enviar a los que quiero, aunque siempre me pille el toro y cada vez reciba menos de vuelta.
Y es que he leído por ahí que lo de "no me gusta la Navidad" está super "out-fashion", que eso se llevaba en los noventa y que ahora mola que te guste. Para mi no es ninguna sorpresa descubrir que soy un poco añejo y que ahora o antes no voy con los tiempos; el caso es que a mí siempre me han gustando estos días, con todas sus parafernalias, entre otras las de poder desear a todos los que tenéis el mérito de seguir pasando por aquí una Navidad muy feliz.

4.12.06

universitarios en Huertas


Hace unos días quedé con algunos de mis antiguos compañeros de facultad. A algunos hace casi 20 años que los conocí y cinco menos que dejamos de vernos a diario.
El otro día me enteré de lo complicada que es la relación con los adolescentes, de que los niños, ahora, el primer teléfono que tienen en sus agendas es el del Defensor del Menor, me di cuenta de lo difícil y tremendamente frustrante que puede ser acoger en tu casa durante años a una niña saharagüi, de la soledad inmensa e insalvable que se siente si estás solo y tus padres se mueren; de que a pesar de que yo nunca me lo he creído hay personas a las que los años le sientan muy bien y que se puede estar estupendo a los cuarenta y tantos y fatal a los veinte, de que hay gente que nunca se mojó en nada, que no lo hace ahora y que seguirá así toda su vida; de que hay gente imposible a la hora de vestir y después de dos décadas van igual de mamarrachos; de que el dolor arrastrado durante años se puede leer perfectamente en un rostro y que agudiza y resalta los defectos; de que a quien le falta un hervor, aunque se haya casado, tenga varios hijos y lleve una casa adelante, cuando se es tonto de remate te mueres sin mejorar. Y me di cuenta de que yo sigo escondiéndome en el humor y la ironía aunque esté a cien mil años luz de lo que digo y lo que hago.

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