26.9.06

disculpas


Pues la verdad es que a mi no me hace ninguna falta que me pidan disculpas por la "ocupación" musulmana de hace siglos, pero si que me gustaría que se disculparan por las amenazas de muerte al Papa. Y ya puestos, aunque sé que es una vágatela sin mayor importancia, no estaría mal que pidieran disculpas por el asesinato de dos personas (la monja y su guarda espaldas) y por las iglesias que han quemado y arrasado. No quiero ni pensar la que se armaría si hubiera sido una mezquita. Pero espero que eso nunca ocurra. Y ya que me pongo intransigente pues que me pidan disculpas también por las mujeres que en estos días apedrean por ser adulteras, aunque el adulterio en realidad sea una violación, eso sí, como especifican las instrucciones precisas, las piedras no deben ser muy grandes, no sea que alguna acierte en la cabeza y se la parta de un golpe, es mucho mejor que sean cientos de golpes los que produzcan la muerte. Y claro, por la parte que me toca, deberían pedirme perdón por los tíos a los que les ponen una cuerda en el cuello por cometer el enorme delito de enamorarse de otro hombre.
Cierto es que todo esto me atrevo a decirlo porque aquí no tengo nombre y apellido, si no, simplemente me daría miedo abrir la boca, porque a pesar de que no son violentos ya sé que si les estorban unas torres, unos budas o unos trenes, con poner unas bombas, problema solucionado.
Y que conste que lo último que me parece razonable es la venganza, ni su ojo por ojo, ni mucho menos, eso es una barbaridad, simplemente espero disculpas.

22.9.06

amsterdam



Me encontró mirando un mapa y se acercó para ayudarme en esa hora en la que la tarde se acaba y las luces empiezan a reflejarse en los canales. Me gusta perderme por las calles en las que no van los turistas y tener tiempo que perder paseando por el silencioso barrio de Jordaan. En Amsterdam me siento seguro, incluso de noche en una calle desierta.
Le explico que simplemente estaba buscando un sitio donde tomarme algo. Me indica el bar de donde acaba de salir y le digo que he echado un vistazo y no me ha gustado mucho. Me propone acompañarme y tomarnos una cerveza juntos. En unos minutos estamos sentados los dos en una mesita con la vela típica que adorna todos los veladores, en la calle, al lado de un canal.
R. es un típico holandés, muy rubio, con la cabeza afeitada y con la perilla, las cejas y las pestañas casi invisibles. Unos enormes ojos azules, delgado y my alto y con una sonrisa amigable.
Sabe un poco de español que alternábamos con mi mal inglés y en menos que canta un gallo el camarero no anunció que era la hora de cerrar. Para corresponder a su invitación le propongo otra cerveza; en el siguiente bar el tiempo pasa igual de rápido y de nuevo somos los últimos clientes antes de cerrar.
Me acompaña a mi hostal, mejor dicho, me lleva en su bici; al día siguiente nos encontraremos, junto con sus amigos en el Queens.


18.9.06

tronío español


Al Manuela empecé a ir siendo un adolescente, hace muchos años. En el Manuela tenía mis pretendidamente conversaciones intelectuales con algunos, escogidos nuevos amigos, del instituto que todavía siguen siéndolo. Allí tomé por primera vez absenta, allí me emborraché por primera vez en mi vida y en su puerta, cuando las cosas eran muy distintas, di por primera vez, en plena calle, un beso en la boca a un chico, más por ser modernisimo que por otra cosa.
El otro día estuve allí, esta vez para ver la segunda exposición de mi querido Niño de Chiclana. Más sólida, más coherente y mucho mejor técnicamente. ¡Este chico promete! Durante todo el mes, en el Café Malasaña, en la Calle San Vicente Ferrer, 29 de Madrid, todos los días de 18 a 2 h.


12.9.06

nubes



En París, en la ciudad de la luz, el cielo es siempre gris, muy gris; tanto que pesa como el plomo sobre los hombros y en ocasiones te pega los pies al suelo mojado.
A lo largo de la Rue de Montmatre un grafitero ha pintado tulipanes que salen de las tapas de las alcantarillas y que florecen durante las noches de lluvia al ritmo de las luces que amarillean las fachadas llenas de buhardillas.
En el Mercado de las Pulgas un cinturón de Dolce & Gabana pasa de 35 a 5 euros en menos que das tres pasos mientras que Cartier luce las joyas más exageradas del planeta en la Plaza Vendome, como no podía ser de otra forma es esa ciudad.
Al anochecer las terrazas de los Campos Eliseos se llenan de mujeres bellísimas cuyo shador deja ver solo el ovalo recortado de sus caras como máscaras de teatro hiper maquilladas. Quizás esperando que mientras miran los escaparates de Zara llegue el amor de su vida.
Racimos de minúsculas torres Eiffel cuelgan en las manos de africanos por todas partes; como los chiringuitos donde te hacen al instante los crepes con Nutella.
Reproducciones de acuarelas del Sena o Arcos de Triunfo a granel se mezclan con los lienzos en el barrio de los artistas. Una ciudad-escaparate como los de la Fayette o los decorados de la espléndida Opera donde protagonizar una película o revivir recuerdos de historias que no existen.

8.9.06

¡cómo cambian los tiempos!


Ayer, cuando volvía del trabajo, al cruzar el semáforo un coche empezó pitarme desaforadamente; entre pitido y pitido una voz femenina gritaba ¡guaaaaaaapo! ¡tío bueeeeeeeno!. Yo muriéndome de vergüenza apenas si miré de reojo evitando que se notara que lo hacía. Efectivamente la admiración no la despertaba yo sino un chico que iba detrás de mi. Colorao como un tomate seguí mis pasos firmes y dignos hacia la acera, mientras el orgulloso piropeado saludaba con ostentación a las pibitas del coche.
Estas son las cosas que hacen que me de cuenta que ya no soy joven y que las generaciones son distintas. En mis tiempos los, digamos, elogios, a la delantera de las peatonas provenían de los andamios. Ahora soy yo el que me quedo con ganas de soltar por mi boca todo lo que me pasa por la mente (y por otras partes) cuando veo ciertos descamisados trabajadores de las múltiples zanjas que jalonan Madrid, pero me han quitado el puesto las niñatas estas de hoy en día y entrar en competición con ellas en plena vía pública y a garganta desgarrada creo que no me va a traer cuenta.

6.9.06

vacaciones


Abrí y cerré mis vacaciones en mi pueblo. Se me derritieron los sesos por sus calles sin aceras. Me puse guapisimo para ir a la boda de dos desconocidos y repartir mi plato de marisco entre los demás comensales de mi mesa. Me quedé sordo con los tubos de escape de las motos que pasan continuamente bajo mi ventana y con la música macarra a todo volumen de los coches. En mi pueblo el concejal de medio ambiente no tiene ni idea de lo que es "contaminación acústica". Salí de vinos a medio día y salí de vinos por la noche, que son las dos opciones de ocio que ofrece mi pueblo. Intercambié confesiones en la calle, alrededor de una cuba a modo de mesa llena de tapas acompañadas con un "blanco jóven". Salí en la televisión local para orgullo de toda la familia, aunque yo ni siquiera vi el programa. Disfruté de la vista de las hileras de cepas que se pierden en un horizonte lejano; de un concierto de pasodobles a cargo de la banda municipal y de los helados en la terraza de la heladería más antigua.

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