19.9.07

encontrar a un perdido


Lo veo nada más llegar a la exposición. ¡Menos mal que me he puesto mono! es lo primero que pienso. No paraba de hablar con su hermano y una amiga y prefiero hacerme el loco. Sin duda él está haciendo lo mismo, porque hemos coincidido sala tras sala, hasta que sin darnos cuenta nuestras caras se pegan al intentar leer a la vez una pequeña cartela junto a un cuadro. Nos saludamos y comienza una lagar charla. La semana que viene expone en Colonia, ha cambiado de galería, me da algunos nombres, está ya entre los mejores.
De vuelta, en el recorrido de las pocas manzanas que separan el museo de mi casa me cruzo con Javier. La última vez que le vi me enteré de que había vendido un cuadro y que hablaban de él en la prensa, aunque juntos celebramos algo mucho más importante.
Apenas unos pasos más antes de llegar a casa. Ángel. Siempre me sorprende su capacidad para contarme cosas importantes. Lo han contratado para el diseño de una nueva colección. Me invita este viernes a la inauguración de la exposición de Fernando con quien compartimos hace tiempo estudio.
No puedo evitar que se me note que no quiero que me pregunten. Hablo de vaguedades y vaguerías. De una sequedad que se prolonga y se encallece. De que el tiempo pasa y no hago nada.
Y es que mi amigo Pedro tiene razón "ando muy perdido".

14.9.07

fin de vacaciones


Le doy dos vueltas a la llave, mecánicamente, como cada mañana. Mientras miro mis plantas; la hiedra tiene cada vez más hojas secas. Ha debido ser mi vecina con el insecticida ese que me dejó y que es tan eficaz que mata a los pulgones, a las plantas y todo lo que se le ponga por delante. Bajo la calle hasta llegar a la esquina para recoger los dos periódicos que leo cada día y camino acelerado, también como siempre, hasta la estación. Cojo el tren por los pelos y me dispongo a leerlos, al rato, cuando levanto la vista, me doy cuenta de que hay obras cerca de la vía, deben de llevar mucho tiempo pero como siempre voy leyendo ni me había dado cuenta, al rato en la siguiente ojeada por la ventanilla me doy cuenta de que no reconozco nada de lo que veo ¡No puede ser! estoy en la otra punta de Madrid, hace rato que debía estar trabajando y yo metido en un tren que no sé a donde va. ¡Que dura es la vuelta!

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