2.3.05

cocinar?


Los que me conocen saben que tengo múltiples cualidades que me adornan entre las cuales no se encuentra las de buen cocinero. De hecho la única comida decente que hago a diario es la del medio día porque voy a casa de mamá. Y no me ruborizo al decirlo. Que aunque como ella misma reconoce no le gusta cocinar y no lo hace bien, sus platos son inconmensurablemente mejores que los que yo me hago.
Pero el otro día OTRO inocentemente despertó en mí el cocinero que llevo dentro. Y decidí aventurarme anoche en la arriesgada tarea de hacerme unos huevos al plato. Y en la más arriesgada tarea de tenérmelos que comer después.
Decía OTRO que había que poner, si no lo recuerdo mal, un lecho de tomate frito natural. Yo había comprado en el mercadillo tres kilos enteritos de tomates (es que era una oferta), de los cuales se me pondrán malos dos kilos y medio porque yo solo soy incapaz de consumirlos. Pensé que freirlos iba a ser un tarea que superaba mis posibilidades reales, así que el lecho en cuestión lo fabriqué con rodajas de tomate crudo. Eso si, eché un chorrito de aceite de oliva virgen por si acaso al meterlos en el horno les daba por freírse ellos solos. Le eché un par de huevos (esto podéis entenderlo en sentido figurado o literal). Y por último (atención a la gran dificultad de la receta) añadir chorizo de pueblo. Yo chorizo de pueblo no tenía, ni castizo tampoco. Así que busqué algo rojo que pudiera sustituirlo y encontré sobrasada mallorquina que deposité en el cacharro de barro que estaba utilizando (de esos de los helados de crema catalana).
Lo más sorprendente es ¡que lo puedo contar! ¡y eso que me lo comí todo! ¡si es que valgo un potosí!

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