31.3.05

Leroy Merlin


El otro día, R. la hermana de Absenta nos invitó a comer en su casa. Después de una estupenda comida y de haber pasado un buen rato hablando como subnormales a su hija que apenas tienes unos meses y haber jugado a juegos absurdos con ella y puesto que su marido tenía que comprar algunas cosas en Leroy Merlin, decidimos coger los coches e irnos todos para allá.
Dado que a Absenta y a mi no nos apasionaba el género que allí se vende cogimos a la niña para entretenerla y nos perdimos por los pasillos de tan especializado establecimiento. En la sección de pomos de puerta hicimos un concurso para decidir cual era el más bonito. Después otro en la sección de destornilladores, que nunca pensé yo que pudieran existir de tantisimas formas y tamaños. Pero visto que iba a ser muy repetitivo hacer el concurso en todas las secciones y que la niña se impacientaba cambiamos de táctica.
Para sorpresa de los albañiles, fontaneros y carpinteros que nos rodeaban empezamos a hacer cucamonas y a preguntarle a la niña "¿a quien quieres más a papá o a papá?", y dado que no mostraba espacial predilección por ninguno de los dos, comenzamos a presumir en voz alta: "me quiere más a mi que a ti" "claro, tú la mal crías". Reclamando así las miradas desconcertadas de los obreros que pululaban entre las estanterías.
"Yo creo que tiene calor, vamos a quitarle la chaqueta" que qué complicadisimo es quitarle la chaqueta a un bebé y mucho más entre los dos, que a punto estuvieron de llamar por los altavoces a una cajera para que nos ayudara.
"Mira, mejor salimos fuera y les esperamos en la puerta" "pues ahora ponle tú la chaqueta" Una vez conseguida la proeza de abrigar de nuevo a la niña, buscamos la salida "sin compra" (otra proeza). Mientras la atravesamos sintiendo como todas las miradas se clavaban en nuestras espaldas nosotros abrazábamos orgullosos a la niña.
Cuando por fin llegaron sus padres lo primero que hicieron fue advertirnos de que en el cochecito de la niña que paseamos delante de las narices del guarda de seguridad habían dejado algunas cosas de las que querían comprar y que nosotros habíamos salido con todas ellas sin pagarlas. ¡Que da gusto robar cuando uno cree que es inocente, oiga!

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