23.3.05


Pues si, debo ser un rancio, pero la realidad es que me gusta el olor a cera y mucho más el del incienso esparciéndose por la calle. Me gusta fijarme en las manos que sostienen los cirios y en las miradas punzantes y oscuras que adivino debajo de los capirotes.
Me gusta el arrebato de pasiones desatadas de los tronos barrocos cuajados de rosas y lirios y pan de oro. El mimbreo de los varales. Y los andares pesados de las Vírgenes de paseo por la primavera de Madrid.
Oír el silencio de la gente delante de un paso o el estruendo de los tambores rompiendo la noche.

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