6.9.05

una hora


Eran más de las tres de la mañana de un caluroso día de agosto en Andalucía y sin embargo llegué a tiritar. La sensación de velocidad se multiplicaba por 1000 con la fuerza del aire en mi cara. El mar se me acercó casi invisible con su aroma y su brisa. Y la profunda oscuridad, compañera de viaje, no me dio otra opción que flotar en algo que debía ser muy parecido a la felicidad.

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