11.10.05

como la Presley


Yo siempre lo he dicho, tos los tontos tienes suerte, y el Ojos no es una excepción. El sábado lo invitaron a un concierto de música antigua india en la casa de la embajadora de la India, que él se sintió igualito, igualito que la Presley y no se fue con los bolsillos llenos de Ferreros para quedar bien de milagro.
Y claro, él como siempre, en cuanto llegó ya empezó a pasarlo mal, porque cuando vio que otros invitados se descalzaban empezó a dudar si llevaría algún tomante en el calcetín y el ridículo que iba a hacer; gracias a Dios, enseguida se dio cuenta de que llevaba unos calcetines decentes. Pero como llevaba todo el día fuera de casa, cuando se quitó los zapatos se extendió una nube densa que partía de sus pies y que no era precisamente agradable. Que como estaban tos tiraos por los suelos en los cojines del salón de la embajadora, estaban muy cerquita los unos de los pies de los otros y una señora decía que se estaba mareando por el olor a incienso, pero yo estoy segura que era por los pies del Ojos.
Y es que el Ojos, se cree muy artista, y aunque la música levantaba un dolor de cabeza que no había quien la aguantara él no paraba de mover el culo y los pies al ritmo de los instrumentos esos rarisimos que tocaban. Eso, hasta que en una de las introducciones, clavando los ojos como punzones recién afilados en el Ojos, el presentador dijo que como todo el mundo sabia la música india no se acompaña de movimientos ni de caderas ni de pies. Que porque estabamos en el suelo y no había manera de hundirse más que si no el Ojos habría desaparecido bajo tierra.
Termina el concierto y nos anuncian que la embajadora nos invita a cenar y que pasáramos a otro salón. Y el Ojos ya estaba medio pedo entre la musiquita, el calor, el incienso y el ambiente tan exótico. Así que llega al otro salón y se va directo a la bebida, menos mal que enseguida le advirtieron que los indios no comen y beben a la vez y que debía esperar a terminar de comer. Que él estaba seguro que todo el mundo estaba pendiente de lo mal que lo estaba haciendo todo. Claro que hubiera sido mejor que se quedara quietecito, porque se atolondró tanto al servirse y prepararse una especie de torta con cosas dentro que la embajadora en persona terminó de servirle, y le buena mujer le debió de ver cara de hambre y el sirvió justo de todo lo que él no quería comer y en grandes cantidades, así que se lo tuvo que tragar y eso que le ardía hasta el higadillo de tanto como picaba.
Y para colmo, cuando se marchaba y salió a despedirlo la embajadora, se encasquilló y solo sabía decir "thank you, thank you very much" y cuando ella se disculpaba en inglés por no saber todavía hablar español y le explicaba que estaba aprendiendo poco a poco, él le volvió a contestar otra vez "gracias, gracias, muchas gracias".
Fresitísima

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