6.10.05

¿me dejas la falda roja, tía?


Ya he dicho en otra ocasión que el piso que está junto al mío lo ha alquilado una comunidad de vecinos que está en rehabilitación y lo van ocupando por temporadas más o menos cortas los vecinos, según van haciendo las obras en sus casas.
Los anteriores vecinos, de los que también he hablado, me buscaron antes de marcharse, para agradecerme los favores (dejarles las cuerdas de la ropa y poco más), para ofrecerme su casa nueva, darme su dirección y quedar como amigos.
Anoche, a las tantas, mis nuevos vecinos tenían montado otro pollo, de los que ya llevan unos cuantos en los pocos días que están viviendo en mi portal. El padre gritando más que nadie para hacerse oír por encima de las hijas, tratando de que se callaran. La madre llorando, destrozada e incapaz de hacerse con la situación, las dos quinceañeras discutiendo por la ropa como siempre y yo con unas ganas locas de salir, llamar al timbre, cruzarle la cara a cada una de las niñatas sin mediar palabra y volverme a casa con la satisfacción del deber cumplido.

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