21.4.06

espera


Ayer tuve un día interminable en el trabajo, casi 10 horas seguidas reunido, incluida la comida, con un auditor y una consultora, añadiendo la tensión de poner mis cinco sentidos para poder hablar de algo de lo que no sé mucho.
Cuando salí tenía que ir a un pueblo fuera de Madrid y había quedado con un amigo que me llevaba en coche. Lo llamé cuando estaba en el tren para cronometrar los minutos y no hacerle esperar. No obstante fue él el que se retrasó más de media hora.
Estaba agotado, mi cabeza ya no daba pa más, pero la espera me sirvió para saborear los rayos de sol del atardecer, despejarme con la brisilla que se levantó, disfrutar de las flores que estaban sembradas en un parterre cercano, estirar las piernas aunque fuera arriba y abajo del punto en el que debían recogerme. Cuando llegó mi amigo, sorprendentemente, estaba completamente descansado.

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