6.6.06

pérdidas o la resurreción de los muertos


Uno de los males de llegar a mi edad además de las pérdidas de órina (no siempre leves) es la pérdida de la memoria. A esa conclusión he llegado tras analizar algunos signos que en estos días evidencia que he tenido un pasado de una belleza arrolladora del que, por supuesto, no recuerdo nada.
El otro día recibo un correo de un tío asegurándome que se ha acordado mucho de mi y que no se atrevía a escribirme por el tiempo que había pasado. Ni que decir tiene que yo ni idea. Le contesto pidiéndole que me refresque la memoria y hago un profundo trabajo de investigación buscando correos antiguos. Efectivamente nos habíamos conocido (virtualmente) hacía más de un año, intercambiado algún correo y mantenido alguna conversación al teléfono y era cierto que nos habíamos caído muy bien, pero de ahí no pasó.
Lo curioso es que ese mis día recibo otro correo desde una página de contactos donde nunca me han escrito. Alguien ha leído mi perfil y le he gustado. Lo más sorprendente es que buscando en los correos antiguos al anterior me encuentro otros de este que ya se había puesto en contacto conmigo también hacía más de un año.
Y para rematar, me voy por la tarde a un centro cultural y de artisteo a pedir una información que necesitaba. En la recepción un tío trajeao y muy bien puesto y una chica; me acerco a ella, le pregunto lo que necesito saber y cuando le doy las gracias interviene el tío y me dice que me conoce, que no sabe de qué pero que está seguro, le digo que yo no lo recuerdo y él insiste y añade: unos ojos como los tuyos no se olvidarían en la vida –que luego si yo me vuelvo un pedorro creído que sepáis que no tengo la culpa- sigo sin acordarme pero le digo que no se preocupe que en el futuro pasaré por allí a menudo y tendrá la oportunidad de hacer memoria. Sale del mostrador, me da su teléfono, me acompaña a la salida y me casca un par de besos. Y todavía hoy sigo sin tener ni idea de quien es.

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