ojos claros

Horas hablando con la réplica de Mister Been (¿se escribe así?) y Alejandro Sanz a partes iguales. Para mi un casting más, para él una novedad. Me fijo en sus manos, en sus gestos, en el polo que le sienta tan mal, en su poco culo, en su obsesión por la limpieza que denuncia su conversación, en la elección de sus palabras para explicar cosas sencillas, entre lírico y redicho, pero me gustan; en su búsqueda por entender las cosas de un modo profundo e inteligente y me ruborizo porque no quiero ahondar demasiado, ni por él ni por mi. Me sorprende que a un médico le guste la pintura y trato de llevarlo a mi terreno pero mis golpes de efecto parecen poco efectivos.
No para de hablar y le demuestro que si algo sé, es escuchar. Cuando me toca el turno me doy cuenta de que no se lo estoy poniendo fácil; me interrumpe las frases demasiado a menudo y termino recurriendo a mi ironía, pero le gusta mi sentido el humor, incluso lo agradece.
De vuelta a casa, mucho más tarde de lo que yo había previsto, paseando entre los recalentados árboles del Paseo del Prado me siento perdido. Con la sensación de haber gustado pero sin saber a donde quiero ir, sin querer darme cuenta de que tanto análisis no es una buena señal y sorprendiéndome una vez más de lo poco que quiero conocerme.