8.9.06

¡cómo cambian los tiempos!


Ayer, cuando volvía del trabajo, al cruzar el semáforo un coche empezó pitarme desaforadamente; entre pitido y pitido una voz femenina gritaba ¡guaaaaaaapo! ¡tío bueeeeeeeno!. Yo muriéndome de vergüenza apenas si miré de reojo evitando que se notara que lo hacía. Efectivamente la admiración no la despertaba yo sino un chico que iba detrás de mi. Colorao como un tomate seguí mis pasos firmes y dignos hacia la acera, mientras el orgulloso piropeado saludaba con ostentación a las pibitas del coche.
Estas son las cosas que hacen que me de cuenta que ya no soy joven y que las generaciones son distintas. En mis tiempos los, digamos, elogios, a la delantera de las peatonas provenían de los andamios. Ahora soy yo el que me quedo con ganas de soltar por mi boca todo lo que me pasa por la mente (y por otras partes) cuando veo ciertos descamisados trabajadores de las múltiples zanjas que jalonan Madrid, pero me han quitado el puesto las niñatas estas de hoy en día y entrar en competición con ellas en plena vía pública y a garganta desgarrada creo que no me va a traer cuenta.

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