12.9.06

nubes



En París, en la ciudad de la luz, el cielo es siempre gris, muy gris; tanto que pesa como el plomo sobre los hombros y en ocasiones te pega los pies al suelo mojado.
A lo largo de la Rue de Montmatre un grafitero ha pintado tulipanes que salen de las tapas de las alcantarillas y que florecen durante las noches de lluvia al ritmo de las luces que amarillean las fachadas llenas de buhardillas.
En el Mercado de las Pulgas un cinturón de Dolce & Gabana pasa de 35 a 5 euros en menos que das tres pasos mientras que Cartier luce las joyas más exageradas del planeta en la Plaza Vendome, como no podía ser de otra forma es esa ciudad.
Al anochecer las terrazas de los Campos Eliseos se llenan de mujeres bellísimas cuyo shador deja ver solo el ovalo recortado de sus caras como máscaras de teatro hiper maquilladas. Quizás esperando que mientras miran los escaparates de Zara llegue el amor de su vida.
Racimos de minúsculas torres Eiffel cuelgan en las manos de africanos por todas partes; como los chiringuitos donde te hacen al instante los crepes con Nutella.
Reproducciones de acuarelas del Sena o Arcos de Triunfo a granel se mezclan con los lienzos en el barrio de los artistas. Una ciudad-escaparate como los de la Fayette o los decorados de la espléndida Opera donde protagonizar una película o revivir recuerdos de historias que no existen.

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